EL TRIBUNAL DE LA MISERICORDIA


Para ayudar a prepararnos a recibir dentro de nosotros el Cuerpo y la Sangre reales y el Alma y la Divinidad verdaderas de nuestro Salvador Misericordioso en la Eucaristía, el Señor nos dejó otro «milagro de misericordia», el sacramento de la Reconciliación. Aquí también, Jesús está presente para nosotros — para todos nosotros — sin importar la gravedad de nuestros pecados — como el Salvador Misericordioso, la Fuente de Misericordia que purifica, consuela, perdona y devuelve a la vida.

“Cuando te acercas a la confesión, a esta Fuente de Mi Misericordia, siempre fluye sobre tu alma la Sangre y el Agua que brotó de Mi Corazón”
. “En el tribunal de la misericordia [el Sacramento de la Reconciliación] ...tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente... “.” Aquí la miseria del alma se encuentra con Dios de la misericordia.”

“Basta acercarse con fe a los pies de Mi representante”. “Yo Mismo te espero en el confesionario, sólo que estoy oculto en el sacerdote, pero Yo Mismo actúo en tu alma”.” Te confiesas ante Mí; el sacerdote es para Mí sólo una pantalla. No analices nunca de qué clase de sacerdote Me estoy valiendo y abre el alma al confesarte como lo harías Conmigo, y Yo llenaré tu alma con Mi luz”.

“Aunque un alma fuera como un cadáver descomponiéndose de tal manera que desde el punto de vista humano no existiera esperanza alguna de restauración y todo estuviese ya perdido. No es así para Dios. El milagro de la Divina Misericordia res-taura a esa alma en toda su plenitud”.” De esta Fuente de la Misericordia las almas sacan gracias exclusivamente con el recipiente de confianza”.

Para subrayar la importancia de estos dos grandes sacramentos de misericordia, nuestro Señor ha hecho que el recibimiento de ellos sea una condición necesaria para alcanzar Su promesa del perdón total de pecados y castigos para aquellos que celebren la Fiesta de la Misericordia. Y el Papa Juan Pablo II, que repetidas veces ha subrayado la importancia del mensaje misericordioso de Dios, nos ha exhortado para que "la Iglesia del nuevo Adviento... sea la Iglesia de la Eucaristía y de la Reconciliación" (Redemptor Hominis).

En su discurso de clausura del Sínodo de Obispos en 1983, en Roma, el Santo Padre explicó que ambos sacramentos se instituyeron en el Cenáculo y que están íntimamente relacionados entre sí:

"También debemos tener presente la posición central [del Sacramento de la Reconciliación] en la economía total de la obra de salvación, su vínculo particular con el misterio pascual de Cristo y la Iglesia. De hecho, inmediatamente después de Su Pasión y Su Muerte, en el mismo día de Su Resurrección, en la primera visita a los Apóstoles reunidos en el Cenáculo [donde se instituyó la Eucaristía], Jesucristo pronunció estas palabras: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes ustedes perdonen los pecados, queden perdonados; a quienes se los retengan, queden retenidos» (Juan 20, 22-23). La importancia de estas palabras y de este evento es tanta que deberían ser considerados de la misma importancia que la Eucaristía" (Catecismo Penitencial, párrafos 3b y 4).