LA DEVOCIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA


No es un oficio más, no es un libro ni una imagen más. La devoción a la Divina Misericordia, no comparable con nadie ni con nada, decide de la suerte del mundo, de la suerte de la humanidad. Ninguna diplomacia, ninguna política, ninguna inteligencia ni talento humano salvarán lo que, según parece, camina hacia el exterminio que el hombre está proparando no sólo a otro hombre sino a la humanidad. Lo salvará sólo Jesús crucificado y resucitado. Y digo: a través de María.

                                              Franciszek Cardenal Macharski

1. La confianza - define nuestra actitud ante Dios. Abarca no sólo la virtud de la esperanza, sino también la virtud de la fe viva, la humildad, la perseverancia y el arrepentimiento por las culpas. Es, simplemente, la actitud del niño que en cada momento confía ilimitadamente en el amor misericordioso y la omnipotencia del Padre celestial.
La confianza es la esencia de la devoción a la Divina Misericordia, hasta tal punto que sin ella, dicha devoción no existe. Ello se debe a que el acto de confianza es la primera y fundamental expresión de la adoración a la Divina Misericordia. La actitud de confianza ya de por sí (sin practicar otras formas de culto) garantiza las gracias de la Divina Misericordia a la persona que confía. Deseo conceder -prometió el Señor Jesús - gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia (687). Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina (1520).

La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias. Las gracias de mi misericordia - dijo Jesús a Sor Faustina -se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo (1578). El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella (1273). Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad (1541).

2. La misericordia - define nuestra actitud ante cada persona. El Señor Jesús dijo a Sor Faustina: Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia: la primera - es la acción, la segunda - la palabra y la tercera - la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia (742).

La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias. Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio (1317).

El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día. Debes saber, hija mía - dijo Jesús a Sor Faustina - que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo (...) Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas (1777).